Conocida popularmente como ronquera, la Disfonía es una alteración de la voz que se manifiesta cuando hay inflamación de la laringe o epiglotis, infección viral del tracto respiratorio, o irritación de las mucosas por acción del cigarrillo, humo, polvo u otros factores externos. También aparece cuando se excede la capacidad de vibración de las cuerdas vocales al cantar, hablar o gritar, lo cual favorece la formación de callos o pólipos que ocasionan cambios anormales en la voz.
“Estoy afónico”, dicen muchos. Aunque no es el término adecuado, pues la afonía es la pérdida total o parcial de la voz, ambos son trastornos que afectan el aparato fonador y tienen orígenes comunes. Los más propensos a padecer Disfonía son los maestros, locutores, intérpretes, oradores, recepcionistas, telefonistas, presentadores, narradores y, por supuesto, aquellos que sin ser profesionales de la palabra, fuerzan las cuerdas vocales o se exponen constantemente a agentes contaminantes.
La Disfonía se evidencia con frecuencia durante la niñez, por el exceso de llanto, en la adolescencia, por la pubertad, y en la tercera edad por el deterioro vocal propio de la vejez. En cuestión de sexo, el riesgo es mayor en mujeres que en hombres, ya que éstas poseen un patrón vibratorio especial en las cuerdas vocales, que amerita más exigencia mecánica y, por ende, incrementa las posibilidades de desarrollar nódulos.
Las emociones también podrían provocar Disfonía. Las personas tímidas, deprimidas, temerosas y solitarias, con cuadros constantes de ansiedad y angustia, pueden presentarla por su incapacidad para verbalizar correctamente. En estos casos no suelen detectarse causas fisiológicas ni antecedentes y, aunque hablan en susurro, la coordinación entre movimiento y respiración es normal. Existe una variante denominada Disfonía espasmódica, relacionada con estrés psicológico y alteraciones en el cerebro o el sistema nervioso, que originan la contracción de los músculos de las cuerdas vocales mientras se usa la voz. Al parecer hay un patrón hereditario, y quienes la sufren pueden presentar calambres en las manos y el antebrazo al momento de escribir.
Otras causas de Disfonía
En diagnósticos leves, la Disfonía puede estar vinculada con episodios de tos, cambios de temperatura, alergias y reflujo gastroesofagíco. Una de cada tres personas la padece y su tratamiento es sencillo, incluso preparaciones caseras a base de menta, limón, jengibre o miel, entre otros productos, pueden favorecer la recuperación del paciente. Sin embargo, existe una Disfonía aguda que, a pesar de ser menos común, surge como consecuencia de deficiencias auditivas, aneurismas en la aorta, cáncer de laringe o pulmón, mononucleosis, retronasal o amigdalitis. También puede derivar de esclerosis múltiple, parálisis pseudobulbar, Parkinson, artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, Enfermedad de Sjögren e hipotiroidismo.
Los afectados por Disfonía son reconocibles ya que sus frases son entrecortadas y su voz puede sonar aguda, jadeante tensa y con poca intensidad. No todos asisten a consulta médica, pero es vital hacerlo cuando se prolonga por más de una semana en el caso de los niños y dos en los adultos, si se presenta con babeo, o se acompaña de dolor, inconvenientes para deglutir, incremento del volumen del cuello y expulsión de sangre por la boca.
Diagnóstico y tratamiento
La determinación de la causa de la Disfonía es el primer paso para establecer el tratamiento adecuado. Aunque la historia clínica del paciente permite hallar indicios del origen de la afección, no siempre es suficiente. Para un correcto diagnóstico, el especialista debe realizar una evaluación física que comprende revisión de los ganglios linfáticos, boca y faringe, evaluación microscópica de fragmentos de tejido, fibrolaringoscopia y exámenes de sangre. En ciertas situaciones, se indican análisis acústicos para medir las irregularidades de la voz, su sonoridad y flujo de aire, entre otros aspectos.
Cuando no hay patologías subyacentes, la Disfonía tiende a sanar con reposo y uso moderado de la voz. En situaciones extremas y, nuevamente, dependiendo de la causa, puede ser necesario recurrir a procedimientos más especializados como rehabilitación foniátrica o microcirugía de laringe. Las visitas al fonoaudiólogo son oportunas, puesto que ayudarán al paciente a mejorar los métodos de producción y sonido de la voz, incluso a afrontar eventualidades originadas por la presencia de nódulos vocales.
Independientemente del agente desencadenante de la Disfonía, los médicos recomendarán no fumar, no emplear productos irritantes, no gritar, evitar descongestionantes, ingerir abundante líquido y no automedicarse. Muchos ingieren esteroides o antibióticos sin saber que estas medicinas no son recomendadas en el tratamiento de esta afección.
Cuando la Disfonía afecta a los niños, es fundamental evaluar con rigurosidad el cuadro central más que la ronquera en sí misma, debido a su estrecha relación con procesos patológicos complejos como malformaciones, déficit auditivo, retraso en el desarrollo del lenguaje y problemas de personalidad. Por lo general, se complementa con otros síntomas como fatiga, sensación de cuerpo extraño y escozor. Todo ello, aunado a la incapacidad de comunicarse, podría interferir en el proceso de desarrollo y expresión del menor, alterando potencialmente su autoestima.
Deja un comentario