¿Alguna vez ha oído la palabra Encopresis? Muchos la asocian con el nombre de una empresa, de un medicamento y hasta de un hueso del cuerpo, pero no es así. Aunque el término genere confusión, la definición es bastante clara y sencilla. La Encopresis es un trastorno que se manifiesta cuando un niño mayor de 4 años defeca encima de su ropa, aun cuando haya aprendido a usar el inodoro.
Es una situación que suele presentarse con mucha regularidad y lo primero que debe hacerse al respecto, es indagar sobre las causas y posibles soluciones. Pareciera ser un mal hábito, algo inofensivo, pero no lo es. Los expertos aseguran que la Encopresis puede ocasionar daños psicológicos en el pequeño, por lo que debe atenderse con extrema precaución y prontitud.
Una de las principales características de la Encopresis, también conocida como incontinencia fecal, es que el chico no siempre estará consciente de que suelta sus excrementos antes de llegar al baño. Es por ello que los progenitores deben estar atentos a las señales. Los pediatras afirman que un estreñimiento constante podría marcar el inicio del desarrollo de esta condición.
Explican que las primeras heces son de consistencia dura y que luego vienen las líquidas o blandas, con expulsiones diurnas o nocturnas. La gran duda es ¿por qué si el niño ya utilizaba el inodoro o la bacinilla, reincide en la acción de defecar sobre su ropa e incluso en lugares inapropiados como jardines, espacios públicos, salones de clases, etc.)?
Qué provoca la Encopresis
Son muchísimas las causas por las que un niño puede padecer Encopresis: tratamientos prolongados con laxantes o supositorios, fisuras anales, abuso de dietas contra el estreñimiento, trastornos de conducta y problemas emocionales, pero en la mayoría de las ocasiones se presenta por una mala educación sobre el control de esfínteres. A veces los adultos inician el proceso de enseñanza a muy temprana edad (antes de los 2 años), y a pesar de que el menor demuestra buen desenvolvimiento a la hora de desnudarse y sentarse en la poceta, no siempre capta la información de la manera correcta. Es posible que logre controlar su actividad intestinal uno o dos años, pero posteriormente tendrá un retroceso que lo llevará a contener la caca, hasta que esta empieza a salirse involuntariamente, casi sin producir sensaciones.
La rebeldía o el desafío hacia los padres también pueden desencadenar Encopresis. Por ello, se les debe brindar la confianza necesaria a los hijos para que planteen sus deseos y sentimientos. De esta forma se evitarán inconvenientes a futuro.
Consecuencias de la ENCOPRESIS
Cuando hay Encopresis, los afectados lucen decaídos, irritados e incómodos. También podrían mostrarse avergonzados, temerosos, culpables e inseguros de sí mismo. Al notar este tipo de conductas, los padres o representantes deben indagar las razones. La Encopresis pudiera estarse presentando desde hace tiempo sin que se haya diagnosticado como tal, y se deberá buscar orientación especializada.
Aunque la Encopresis suele evidenciarse con mayor frecuencia en los varones, las niñas no escapan de este trastorno. En ciertos casos ocurre porque el infante sufre de estreñimiento crónico y cuando siente ganas de defecar, lo hace encima de la ropa como una acción desesperada por aliviarse. Ocurre con mayor énfasis en familias en situación de pobreza y falta de preparación.
Señales
¿Cuándo sospechar que el niño sufre de Encopresis? Cuando tenga como rutina expulsar las heces sobre la ropa, si no es capaz de llegar al baño para hacer la necesidad, si se agacha a defecar en cualquier sitio, dentro o fuera de la vivienda, cuando evita comentar sobre sus ganas de ir al inodoro y si presenta cuadros repetitivos de estreñimiento.
Las soluciones a la Encopresis comienzan por ser consistentes con la educación y los hábitos de higiene y aseo personal del pequeño. También se le debe brindar una buena alimentación a base de frutas (con alto contenido de fibras), granos y mucho líquido para regular el funcionamiento del intestino.
La actividad física puede ser de mucha ayuda y en casos extremos, y solo bajo prescripción médica, se pueden administrar laxantes suaves o ablandadores de heces cuando sea necesario.
En ningún momento se debe recurrir a los regaños, las comparaciones, los golpes o las ofensas. Hay que tener paciencia y hacerle entender al infante que ir al baño forma parte de la rutina normal y natural del ser humano. Si manifiesta no tener ganas, se le puede llevar de igual forma después de cada comida y sentarlo en la taza durante cinco minutos. Ponerle música, darle un libro para leer o contarle una historia puede servir para que se relaje y movilice el intestino. Animarlo con algo que le guste y felicitarlo por el “logro” puede ser un incentivo.
Si la situación se presenta tres o cuatro veces por semana, es fundamental buscar apoyo profesional. El médico es el único capaz de suministrar un tratamiento adecuado, basado en una evaluación general sobre las condiciones orgánicas del paciente.
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