En estos tiempo conducir es casi una necesidad, pero no todos lo hacen. El pánico ubica a un importante número de personas en la lista de diagnósticos de amaxofobia, una patología que sólo en España afecta a más de 15000 conductores. Sus consecuencias abarcan distintos planos. Por un lado la crisis emocional que produce su sintomatología, y por el otro, los posibles incidentes o accidentes que pueden producirse por un ataque de ansiedad en plena faena.
Estar frente a un volante es una gran responsabilidad. Está en riesgo tu vida, la de tus pasajeros y la de todo aquel que se cruce en tu camino. Es una práctica que requiere coordinación, atención, dominio, control, conocimiento y otras habilidades que no siempre se aprenden en una autoescuela, o que sencillamente van cambiando a lo largo de la vida: personalidad, equilibrio emocional y lógica.
A algunos pacientes de amaxofobia les cuesta optimizar esas virtudes, pero otros dejan de hacerlo por la influencia de factores externos o por experiencias negativas asociadas. Muchos reflejan su patología con ataques de nervios, confrontación con otros conductores, tensión muscular, sudoración, desesperación, inseguridad, falta de control, fatiga, comentarios catastróficos y hasta desincorporación de las vías.
Según los especialistas, existen factores de predisposición como exceso de perfección, falsas creencias sobre el tráfico, fobia social, baja autoestima y ansiedad generalizada. Los principiantes son más vulnerables, pero hasta los choferes más experimentados están expuestos a padecer amaxofobia. Huir suele ser su primera respuesta. Los que acaban de obtener el carnet, por ejemplo, tienden a dejarlo por intolerancia a las críticas; quienes han manejado por más de cinco años lo hacen para evitar situaciones de estrés; y los pacientes post traumáticos sólo buscan alejarse de los malos recuerdos del pasado.
¿Miedo o Amaxofobia?
En ambas situaciones el temor es el principal síntoma, pero la diferencia está en que el miedo puede representar el reflejo de emociones como alegría o enfado, mientras que la amaxofobia es un trastorno emocional con base psicológica que amerita ser tratado.
Causas de la Amaxofobia
Poca experiencia en la maniobra. Obtener el carnet no siempre es señal de que se está 100% preparado. En algunos centros de adiestramiento se presta más atención al contenido teórico que a la práctica, asumiendo que al cerrar el ciclo de preparación, el aspirante mejorará paulatinamente su pericia frente al volante. En ocasiones esto se cumple, pero en otras surge la desconfianza y, por ende, la amaxofobia.
Sensación de pérdida de habilidades: Por la edad o por problemas de salud es común que esto suceda. Las personas pueden ir perdiendo la vista, reflejos, sensibilidad, oído y atención, con lo cual se sentirán menos preparados para enfrentarse a esta actividad, aún cuando hayan sido los mejores conductores. Esos sentimientos desencadenan estados de pánico y angustia, dos de los principales síntomas de la amaxofobia.
Nerviosismo frente al volante: Según el entorno en el que se devuelva el individuo, maniobrar un vehículo puede resultar más o menos agobiante. Los coches en la vía, la gente, el clima, el sonido de los altavoces, los semáforos, las carreteras… pueden hacer florecer los miedos. La ventaja es que ese temor surge por situaciones externas, lo cual se puede prevenir tomando atajos menos concurridos o evitando las horas pico.
Asociación con eventos individuales. El estrés post traumático figura como causa de muchas patologías conductuales, entre ellas la amaxofobia. Surge por la exposición a acontecimientos vinculados con eso que nos produce el miedo, en este caso un choque o un accidente. Los pensamientos negativos son recurrentes y el trauma se vuelve difícil de superar. Unos evitan las carreteras que los “transportan” hacia la trágica experiencia, mientras otros van dejando de conducir hasta abandonarlo por completo. El temor a fallecer o a provocar la muerte de alguien, se apodera de ellos e incrementa su ansiedad.
Tratamiento de la Amaxofobia
Ningún procedimiento será beneficioso sin la intervención de un profesional. Los métodos a utilizar para tratar la amaxofobia deben adaptarse a las necesidades de cada persona. Con el reconocimiento del problema y el establecimiento de un plan de trabajo, se iniciarán una serie de procedimientos que llevarán al paciente a erradicar malos hábitos, recuperar su confianza y autoestima, controlar sus emociones, mejorar las habilidades psicomotrices, aumentar los recuerdos positivos, pero sobre todo a enfrentar sus temores. Para ello, los especialistas se valen de terapias de Aceptación y Compromiso (ACT), relajación progresiva, respiración diafragmática, detención de pensamientos negativos, reestructuración y exposición a la fobia.
El tratamiento para la amaxofobia puede durar entre tres y 12 meses, dependiendo de la sobrecarga de estrés y del tiempo que haya pasado la persona sin conducir. La buena noticia es que con terapias psicológicas y adiestramiento se puede controlar.
El apoyo familiar es fundamental. Para lograr buenos resultados, es necesario que exista entendimiento, sensibilización, disposición y acompañamiento. De lo contrario, la amaxofobia se apoderará del individuo y la angustia acabará por desequilibrar sus emociones.
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